¿Con qué sueña un teleoperador? Quiero creer que jamás nadie se ha formulado tan estúpida pregunta. Para los que no lo hayan hecho diré: Somos personas. El hecho de estar detrás de un teléfono repitiendo frases prefabricadas de manera cíclica y cadencia robótica, no nos resta toda la humanidad. Cuando dormimos supongo que estamos en la capacidad de hacerlo como cualquier otra persona.
Yo personalmente no he percibido ningún cambio drástico en mis fases de sueño ni en el contenido de aquellas que están impregnas de sueños, al menos a nivel general, aunque recuerdo una noche con un sueño peculiar en el que el inconsciente, o el subconsciente (o lo que sea) mezcló la realidad con la ficción y todo fue un tanto extraño…
Era teleoperador en la Estrella de la Muerte. ¡Qué guay dirán los frikis! Pues no. Aquello fue una pesadilla mayúscula. Allí estaba yo, con el incómodo uniforme de teleoperador imperial, que era más o menos como el del resto de oficiales de la Estrella de la Muerte, pero sin galones y sin botas por encima del pantalón (para una cosa que podía molar). Aquello era importante, pues atendíamos llamadas de toda la galaxia, de modo que nada de un solo país. Era una especie de centralita galáctica, La Centralita Imperial. Dábamos servicios varios según la demanda que básicamente consistían en transmitir llamadas a otros departamentos: los que querían alistarse en la Armada Imperial a recursos humanos; los que querían denunciar la ubicación de una base rebelde al servicio de inteligencia…; hasta aquí bien, vivía en la ficción de La Guerra de las Galaxias, mi sueño dorado; pero no era tan bonito como parece. Los conocedores de estas pelis saben lo que le pasa a la peña que trabaja para el imperio y que no hacen bien su faena... En cualquier momento al otro lado del teléfono podía aparecer aquel ser de casco oscuro y respiración asistida con la intención de hacerte papilla por haber cometido un error. Vivir con la amenaza de la muerte detrás de las orejas en las que se apoyaban aquellos cascos no era agradable, y menos tras ver como uno de los compañeros caía súbitamente tras un: Me ha fallado usted por última vez.
Yo personalmente no he percibido ningún cambio drástico en mis fases de sueño ni en el contenido de aquellas que están impregnas de sueños, al menos a nivel general, aunque recuerdo una noche con un sueño peculiar en el que el inconsciente, o el subconsciente (o lo que sea) mezcló la realidad con la ficción y todo fue un tanto extraño…
Era teleoperador en la Estrella de la Muerte. ¡Qué guay dirán los frikis! Pues no. Aquello fue una pesadilla mayúscula. Allí estaba yo, con el incómodo uniforme de teleoperador imperial, que era más o menos como el del resto de oficiales de la Estrella de la Muerte, pero sin galones y sin botas por encima del pantalón (para una cosa que podía molar). Aquello era importante, pues atendíamos llamadas de toda la galaxia, de modo que nada de un solo país. Era una especie de centralita galáctica, La Centralita Imperial. Dábamos servicios varios según la demanda que básicamente consistían en transmitir llamadas a otros departamentos: los que querían alistarse en la Armada Imperial a recursos humanos; los que querían denunciar la ubicación de una base rebelde al servicio de inteligencia…; hasta aquí bien, vivía en la ficción de La Guerra de las Galaxias, mi sueño dorado; pero no era tan bonito como parece. Los conocedores de estas pelis saben lo que le pasa a la peña que trabaja para el imperio y que no hacen bien su faena... En cualquier momento al otro lado del teléfono podía aparecer aquel ser de casco oscuro y respiración asistida con la intención de hacerte papilla por haber cometido un error. Vivir con la amenaza de la muerte detrás de las orejas en las que se apoyaban aquellos cascos no era agradable, y menos tras ver como uno de los compañeros caía súbitamente tras un: Me ha fallado usted por última vez.
1 comentario:
Teleoperador de la Estrella de la Muerte, es gracioso solo de escucharlo. Muy bueno Paco, ademas tragicomico.
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