domingo, 27 de mayo de 2007

Derecho a NO votar

Quiero defender la libre decisión de privarme a mi mismo del derecho al voto y explicaré que se debe a una cuestión de conciencia, a pesar de que algunos pudieran pretender argumentar lo contrario.
Soy plenamente consciente de que en el pasado muchas personas lucharon por obtener este derecho democrático tan importante, y en especial para la mujer, desgraciadamente discriminada en este campo incluso en nuestros días. Pero lo que toda esta gente, que derramó su sangre para tan noble fin probablemente no sabían, es que nuestros políticos robarían, ocultarían o manipularían información, buscarían excusas para matar, u ocultar sus intrigas, incurrirían en los muchos y muy diferentes tipos de corrupción como los acontecidos en nuestro o país o en el resto del mundo.

El político es un animal corruptible por naturaleza debido a su contacto con poderes y fondos monetarios, y es por esto que pienso que mi voto es demasiado valioso como para darlo a alguno de estos malhechores ávidos de poder. Así pues, manifiesto mi incapacidad para discernir si aquel en quien deposite mi confianza me traicionará.

Por suerte o desgracia en casi todos años de gobierno democrático en este país, o más correctamente en cada relevo de poder que se ha producido (legislatura creo que lo llaman), podemos encontrar muchos ejemplos de esta traición, de cómo esta gente se ha servido de una posición conseguida mediante la voz del pueblo para dar rienda suelta a diversas perversiones, y lo que es aún peor, todas esas cosas que nunca sabremos y que nos harían entrar en un estado de catatonia permanente con sólo imaginarlas.

Si alguien me pregunta porqué no voto, yo podría decirle: Mira tú, diste tu voto a este partido y mira lo que hicieron; evidentemente el me contestará: yo no podía saber que eso sucedería; y yo digo: por eso no voto, no sé como actuarán y no quiero arrepentirme demasiado tarde. El día que pueda tener la certeza de que mi voto no será utilizado con fines maléficos, lo daré.

viernes, 25 de mayo de 2007

Sueños de Teleopeoperador

¿Con qué sueña un teleoperador? Quiero creer que jamás nadie se ha formulado tan estúpida pregunta. Para los que no lo hayan hecho diré: Somos personas. El hecho de estar detrás de un teléfono repitiendo frases prefabricadas de manera cíclica y cadencia robótica, no nos resta toda la humanidad. Cuando dormimos supongo que estamos en la capacidad de hacerlo como cualquier otra persona.

Yo personalmente no he percibido ningún cambio drástico en mis fases de sueño ni en el contenido de aquellas que están impregnas de sueños, al menos a nivel general, aunque recuerdo una noche con un sueño peculiar en el que el inconsciente, o el subconsciente (o lo que sea) mezcló la realidad con la ficción y todo fue un tanto extraño…

Era teleoperador en la Estrella de la Muerte. ¡Qué guay dirán los frikis! Pues no. Aquello fue una pesadilla mayúscula. Allí estaba yo, con el incómodo uniforme de teleoperador imperial, que era más o menos como el del resto de oficiales de la Estrella de la Muerte, pero sin galones y sin botas por encima del pantalón (para una cosa que podía molar). Aquello era importante, pues atendíamos llamadas de toda la galaxia, de modo que nada de un solo país. Era una especie de centralita galáctica, La Centralita Imperial. Dábamos servicios varios según la demanda que básicamente consistían en transmitir llamadas a otros departamentos: los que querían alistarse en la Armada Imperial a recursos humanos; los que querían denunciar la ubicación de una base rebelde al servicio de inteligencia…; hasta aquí bien, vivía en la ficción de La Guerra de las Galaxias, mi sueño dorado; pero no era tan bonito como parece. Los conocedores de estas pelis saben lo que le pasa a la peña que trabaja para el imperio y que no hacen bien su faena... En cualquier momento al otro lado del teléfono podía aparecer aquel ser de casco oscuro y respiración asistida con la intención de hacerte papilla por haber cometido un error. Vivir con la amenaza de la muerte detrás de las orejas en las que se apoyaban aquellos cascos no era agradable, y menos tras ver como uno de los compañeros caía súbitamente tras un: Me ha fallado usted por última vez.

martes, 22 de mayo de 2007

Nueva especie en riesgo de extinción: El artista

Tengo la impresión de que el arte hace mucho que sucumbió a los desaires comerciales. Casi se trata ya de un concepto del pasado. En algún momento asistimos al giro de tuerca definitivo a un proceso comercial, en el que el arte se ha convertido en un producto del que sacar un beneficio rentable ignorando, vejando y menospreciando la figura del artista; obligándole a producir obras sin fondo ni sentimiento destinadas a satisfacer el bajo nivel de exigencia del vulgo.

A mi modo de entender el arte, en sus diversas representaciones, ha estado al servicio del potencial creador del que necesita expresarse para compartir el fruto de su pasión, expresando sentimientos y emociones, y transportando al receptor a un mundo diferente por medio de sensaciones ya sean escritas, auditivas visuales u otras. El artista siente que un agujero crece dentro de él cuando no es productivo, una fuerza desconocida y maravillosa le impulsa a crear llegando a un estado de trance en el que se alinea con el cosmos, en el que conoce la esencia misma de toda materia. Es una experiencia mágica y el producto puede ser disfrutado e interpretado por otros.

Pero nada es eterno. Los sabuesos de las corporaciones comerciales tienen un olfato agudo y los mecanismos para encontrar el punto justo en el que situar el nivel de exigencia popular.

Cuando el artista deje de ser necesario, pues su proceso creativo será imitado y reemplazado por el de las máquinas, su figura se convertirá en un cartón bidimensional representado por un rostro bonito escogido en un casting que seguramente se hará por ordenador.

Películas con un argumento vacuo y un guión de niños, composiciones musicales simples y repetitivas impuestas a cantantes con buena voz pero capacidad nula para la composición de la letra...

Bienvenidos a la nueva especie en extinción. El futuro se presenta sobrio e inclemente. En una pervertida y desbocada versión de la realidad, se me antoja que algún día el artista desaparecerá.