En mis tiempos de telefonista me planteé la vida muchas veces. El futuro, los sueños, su posible conexión más allá de la simple imaginación.
En ocasiones me preguntaba: ¿Hacia donde me dirijo? ¿Es lo que anhelo? ¿Evoluciono hacia donde siempre he querido o me he pervertido en el proceso y me he acabado dejando llevar? ¿Cuál es el precio de la autenticidad o el color del talento?
Vivir es una lucha constante...; tediosa, cruel, inexorable...; una batalla perdida de antemano, pues un día nuestros huesos o cenizas reposarán en la tierra. Pero mientras llega ese momento, ¿aprovechamos nuestra valía? ¿Alcanzamos nuestros objetivos o nos resignamos a postergar nuestros anhelos autoexcusándonos para engañarnos y no ver la realidad?
La única persona a la que no se puede engañar es a uno mismo. Los demás pueden creer tus excusas pero eres tú quien decide inventarlas. En esta vida hay que luchar por el futuro, cumplir metas y alcanzar objetivos; debemos huir del conformismo en el que, aquellos que amasan el poder, nos sumen para mantener el control sobre el vulgo; hemos de luchar por y para nosotros; desafiar el sistema social preestablecido si es necesario para lograr nuestro objetivo; despertar y creer firmemente en nosotros pues valemos mucho más de lo que nos han permitido creer.
En esta sociedad se potencia la mediocridad y se aleja al público del conocimiento con el propósito de manejarlo con facilidad. Debemos tomar las riendas de la vida y dictar las normas de procedimiento según el YO, o nuestra sociedad seguirá estancada mientras los poderes nos utilizan a su antojo y desvían nuestra atención con falsedades.
Los opios televisivos nos hacen dóciles y resignados y nos alejan de nuestra propia lucha por el futuro, relegándonos a un segundo plano para pelear en la retaguardia, donde nunca estaremos expuestos al peligro, y donde nunca conoceremos la gloria.
Si la vida es un camino, yo me decía: ahora ando despacito; guardo mis energías para cuando rompa mis cadenas y comience a correr. Sigo en preparación, aprendiendo a rentabilizar mis fuerzas. Pero llegará el día en el que lucharé lejos de la retaguardia.
Si lees esto no me responsabilizo de los daños colaterales que sufra tu cerebro, ¿queda claro?
lunes, 23 de julio de 2007
Vivir en la retaguardia, vivir a medias
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