lunes, 3 de marzo de 2008

El Cara a Cara

Los púgiles se observan instantes antes de saltar al cuadrilátero. En sus ojos, lejos de la deportividad se adivinan los ecos de un odio insano, de una demencia voraz que sólo puede ser saciada con sangre. Entre tanto, repasan mentalmente todas aquellas artimañas que han de servirles para su propósito, que han de otorgarles el poder de aplastar a su adversario sin piedad y con la mayor de las crueldades. Aquí no vale ganar si no causar el daño más atroz posible.

Esta sensación me dejó contemplar de manera anárquica diferentes momentos del famoso cara a cara. Siendo consciente de que esto causaría daños irreversibles al cerebro de un apolítico como yo, decidí arriesgarme.

Al final tuve que decidir que fue una nefasta idea. No porque no viera nada nuevo o nada que me sorprendiera, si no porque vi exactamente lo que creía que vería: Una reyerta a navajazos traperos. Con este debate se puso de manifiesto la auténtica realidad de la política que hoy se hace en este país y que no consta de otras cosas que descalificaciones pueriles y demagogias calculadas que buscan fijar en la mente del televidente mensajes clave como por ejemplo: “Usted miente, miente siempre”. Los políticos basan su estrategia en examinar actuaciones del contrario para destriparle y ridiculizarle de la manera más abyecta posible, hacer que parezca un patán falto de cataplines, seriedad y honestidad; y para ello todo vale: manipulaciones cuidadosas de informaciones pasadas, descontextualización de comunicados, y sobre todo aparentar que se tiene razón.

En un segundo análisis, más profundo quizá, me atrevería a decir que esto no es ni mucho menos un debate. Estoy más que seguro este enfrentamiento no es concebido de otra forma que como el choque entre dos monólogos cuidadosamente preparados por expertos de guerra semántica para herir de la mejor forma, además de un buen repertorio de contraataques-respuesta para evitar los envites del oponente. No hay dignidad en todo esto, ni reparo tampoco, sólo vale tratar de hundir al otro sin el más mínimo atisbo de coherencia y naturalidad en frases preparadas para ser insertadas como aguijones en el lomo ajeno.

Lo peor de todo esto es que si lo hacen así es porque saben que funciona. Porque saben que la mayoría de la gente es lo suficientemente imbécil como para creerse sus mentiras y tomar esas descalificaciones de parvulario como palabra divina, y quien no se lo crea no tiene nada más que ver uno de esos asquerosos mítines con montones de oligofrénicos babeando y coreando cada gilipollez que llega a sus oídos. Que grande tiene que sentirse uno manipulando torpemente a semejante masa de lobotomizados; cuya aproximada mitad ha de agradecer su estado al fútbol y el alcohol.

Ya para terminar y poner la guinda no hay escena más repulsivamente patética que ver a sendos mamarrachos afirmar, henchidos de fingido orgullo, que “han ganado el debate”, cosa que hace enloquecer a la panda de border-lines que lejos de tener la suficiente capacidad de pensamiento para cuestionarlo o tan sólo dudarlo, sólo saben aplaudir y seguir babeando. Además de patético ridículo, examinemos lo incoherente de la situación, pues en cualquier enfrentamiento de cualquier tipo siempre se sabe quien ha ganado, si ha habido ganador, o en que condiciones se a identificado un empate. Ir por ahí pregonando que has ganado cuando tu oponente hace lo mismo que tú sólo consigue degradar tu imagen hasta equiparala a la de un payaso de circo mediocre, al que sólo se le puede mirar sin gracia y con pena… pero claro, los oligofrénicos poco saben del pensamiento razonado…

… Trataba yo simplemente de averiguar si este debate podría ayudarme a estrenarme en esto del voto democrático, a mis ya 26 años…, y al final me ha pasado lo mismo de siempre, que incapaz de descartar al peor de esos necios, sólo soy capaz de sentir un inconmensurable y profundo ASCO.

jueves, 14 de febrero de 2008

San Valentín

Nos encontramos en una de esas fechas que los comerciantes, sobretodo los floristas, esperan con impaciencia: San ValeDINEROntín.

Aunque es una festividad con orígenes no comerciales, se ha convertido con el tiempo en una buena oportunidad para convencer a la gente a gastar dinero por una buena causa: El amor. Pero me resulta curioso la antítesis que se desprende de este día tan comercial, pues el amor es algo puro que se da libremente desde el corazón y el dinero esa sustancia sucia que envenena nuestra sociedad. Imagino que con el tiempo nos harán fiestas comerciales por cualquier cosa. El día del abuelo, el día del nieto, el de la suegra, el del yerno, el del amante… Miro al futuro con inquietud y me pregunto que fiestas habrá dentro de 20 años. ¡La fiesta del pollo verde! ¡Pintemos los pollos con spray color moco y vendámoslos 5 veces más caros como el símbolo de la suerte!

Por desgracia, indudable es que hoy en día se trata de un día sacadineros, y huelga decirlo pues todos deberíamos saberlo a estas jodidas alturas... “Demuestra que la quieres”, y otros epígrafes similares nos avasallan desde hace días. Pero yo capto otro matiz por el que desde mi punto de vista esta celebración (como otras) se evidencia como algo vacuo y sin sentido. ¿Por qué demostrarlo precisamente hoy? A mí juicio se trata de una manifestación sin valor, ya que carece de iniciativa propia y de la espontaneidad que hace de este recordatorio algo especial. La sociedad nos dice que hoy tenemos que regalar algo a la persona amada para hacerla partícipe de ello, como si fuéramos seres sin capacidad de elegir y razonar, sin sentimientos propios, ya que necesitamos que nos recuerden que es el día en que tenemos que demostrar nuestro amor. ¿Qué sentido tiene hacer algo que no ha nacido de tu propia necesidad para llevarlo a cabo, sino que te han instado a hacerlo? Yo creo que un sentimiento bello y sincero nace del momento adecuado para expresarlo, no de una imposición predeterminada. No puedo verlo más que como una hipocresía vil, pero lo peor quizá, es que es muy triste.