Hoy ha vuelto a suceder, incontenible e irrefrenable. Un borbotón de sensaciones de felicidad y plenitud han chocado de lleno con la satisfacción auditiva que me provocaba escuchar la primera grabación de uno de los temas de Quimérica. Se produjo la catástrofe. Los nervios se rinden, el corazón se hace a un lado, los ojos se inundan y caigo desplomado con la misma consistencia que lo hiciera un vulgar trapo. Si esto se convierte en una maravillosa costumbre estímulo-respuesta tendré que consultarlo con un especialista. Tanto paroxismo no debe ser bueno, pese a las propiedades terapéuticas del llanto y la risa por separado, y que de seguro unidas han de amplificarse mutua y sinérgicamente, se evidencia que ha de tener consecuencias devastadoras para la mente, pues algo no puede ser tan bueno, tan intenso y tan aterrador y que no te joda de alguna forma.

Posiblemente nadie entienda lo anteriormente indicado, lo cual no me parecería extraño, pues casi no lo comprendo ni yo que lo escribo y padezco (no por este orden). Pero supongo que puede, si no explicarse, al menos mostrarse de manera más entendible. En realidad la explicación es simple: 5 años esperando que suceda algo son muchos años, y más si es el fruto de tu esfuerzo creativo (dije esfuerzo?); si el resultado después de tanto tiempo te llena, te maravilla y te entusiasma, todo se amplifica (mutua y sinérgicamente también) y al final es demasiado contundente para contenerlo dentro de un cuerpo. Así pues pasa lo que pasa.

Llorarreir es la mejor terapia del mundo, tanto que empiezo a creer que tiene bastantes posibilidades de desbancar al orgasmo.